TTT Tardienta Trending Topic

Tardienta

Javier Dale Becedóniz
En la noche del domingo 9 de octubre, y durante unas horas, Tardienta, minúsculo municipio de la provincia de Huesca, fue trending topic en España. Lo fue gracias a Salvados, el programa de Jordi Évole, a.k.a. El Follonero (o quizá de El Follonero, a.k.a. Jordi Évole), que en su tono habitual denunció lo que a ojos de todos parece escandaloso: que Tardienta, ese trending topic, ese municipio de mil habitantes mal contados, tenga apeadero del AVE.
Es curioso: la otra ocasión en la historia en la que Tardienta pudo haber sido trending topic se sumerge en lo más oscuro de nuestra historia. Entre 1936 y 1938, la población oscense se convirtió en uno de los emplazamientos estratégicos más codiciados durante la Guerra Civil. El motivo: su estación de tren. También su estación de tren.
La geografía premió a Tardienta, que en 1900 apenas si tenía 1.500 habitantes, con una ubicación perfecta para establecer un nudo ferroviario. El tren llegó por primera vez a la localidad aragonesa en 1861, y se estableció como punto estratégico de la red viaria entre Barcelona y Madrid. Llegada la guerra fraticida, el control de Tardienta conllevaba el control del los suministros entre Catalunya y la capital de España. El pueblo quedó con el bando republicano, que se hizo con el control de su estación. La Vanguardia le dedicó un suplemento gráfico en su edición del 16 de agosto de 1936. Era la manera en la que entonces se era trending topic.


Suplemento gráfico de La Vanguardia (16/8/1936)
Tardienta se erigió entonces como símbolo de la resistencia republicana. Parte del legado fotográfico de Agustí Centelles tuvo como escenario Tardienta, dentro de su recorrido como reportero de guerra por el frente de Aragón. Los republicanos se mantuvieron en el pueblo hasta 1938. Tras la batalla de Teruel, las fuerzas de Franco se lanzaron sobre el importante nudo ferroviario, que cayó el 22 de marzo.
Tardienta quedó destrozada tras ser frente de guerra. Hubo que reconstruirlo todo. También la estación de tren, que seguía siendo un importante nudo ferroviario.
Lo curioso, lo personalmente curioso, es que conocí a una mujer que vivió en la Tardienta de la década de los 40. Trabajó en la cantina de la estación de tren. Sus recuerdos de aquellos años eran de carencia y posguerra; de racionamiento y vino aguado; de cómo hacer tres tortillas con un solo huevo, espesándolo con lo que fuera; de aquel triste chiste que contaba no sé si Fernando Fernán Gómez o Eduardo Haro Tecglen en La buena memoria, el que dice que entraba un hombre en un ultramarinos y preguntaba al dependiente:
-¿Tienes café?
-Sí, tengo café.
-¿Pero café… café?
-Sí, café… café.
-¿Pero café, café… café?
-Ah, no. Eso ya no.
Aquella mujer, que fue puro amor y pura entrega, se marchó de su pueblo, en Castilla, cuando aún no había cumplido los veinte, apenas con su padre y uno de sus hermanos. Vivían como podían, en la escasez de aquellos días, y mientras el padre y el hermano tiraban del carro y del mulo para ganarse un jornal, ella hacía milagros en la cocina de aquella, entonces, transitada estación.
Pasó el tiempo, y vio que Tardienta no le daba un presente mejor que el que podía tener en su pueblo, en aquella Castilla de caminos de polvo, sal en el sudor y aperos de hierro. Emigró a Barcelona para trabajar en un comercio en San Baudilio –tardé muchos años en saber que se refería a Sant Boi- y después en una casa de Barcelona. Vivió aquella ciudad, para bien y para mal perdida, donde las llamadas muchachas de servicio libraban los jueves por la tarde y en cada café del Eixample se reunían emigrantes del mismo origen: para encontrarse, para recordarse, para animarse. Para juntar cuatro perras y poner una conferencia al teléfono del pueblo –en aquellos pueblos sólo había un teléfono- y preguntar por familiares y amigos. Y saber de ellos, y recibir malas noticias, como que ha muerto un padre, un hermano, un vecino.
Trabajó, como trabajaron tantos, y sacaron sus vidas adelante. Y sacaron este país adelante. Después, construidas sobre ese trabajo, vinieron las aperturas, las libertades, los ideales, la política y la lucha revolucionaria que se pergeñaba en Bocaccio y llevaban a cabo hombres de manos cansadas en La Maquinista Terrestre y Marítima. Pero siempre después del trabajo. Sacaron, decía, este país adelante hasta que ya no hubo penurias, hasta que ya se llegaba a fin de mes, hasta que hubo beneficios, hasta que nos creímos ricos. Y nos olvidamos, al menos un poco, de dónde veníamos. E inconscientemente conseguimos -otra vez- que la estación de Tardienta se convirtiera en trending topic.
Aunque esta vez ya no por ser frente de guerra, sino por ser ejemplo de hasta qué punto nos ensoñamos invencibles. Invulnerables. De Champions.
El apeadero de Tardienta: de botín de guerra a estación del AVE en apenas 70 años.
A veces, cada vez con más frecuencia, recordando lo que fuimos da vergüenza contemplar qué hemos acabado siendo. Debe de ser la conciencia.

Javier Dale Becedóniz

Javier Dale Becedóniz

jdale@lavanguardia.es
Javier Dale Becedóniz (Santander, 1975) es periodista. Ha trabajado en diversas agencias de comunicación, Mundo Deportivo, Diario Córdoba y en la edición digital de El Día de Córdoba, y colabora con la página especializada en baloncesto Basketconfidencial.com. Desde septiembre de 2009 forma parte del equipo de LaVanguardia.com. Actualmente, es coordinador de contenidos del fin de semana. Autor del blog Cajón de sastre. En Twitter: @Javier_Dale